Un pedacito de cielo cayó en mi jardín, raudo corrí a recogerlo para que no se ensuciara.
Al tomarlo en mis manos, sentí la dulzura que recorría su ser, decidí adoptarlo y llevarlo siempre conmigo.
Me hacia compañía, manteníamos largas conversaciones sobre cualquier tema.
Me aconsejaba, me hacia sonreír cuando me encontraba triste y hasta me animaba a seguir con mi trabajo cuando mis fuerzas fallaban...
Un día el trocito de cielo se enojó conmigo, un desafortunado comentario le hizo ennegrecer y comenzó a dejar caer agua en forma de lluvia.
Pedí perdón una y mil veces rezando por conseguir ser perdonado, pero el trocito de cielo me preguntaba que porqué iba a creerme cuando tenía muchos más trocitos de cielo donde elegir.
Entonces yo le respondí: Porque tú eres el que caíste en mi jardín.